39.- LOS MOROS (y II)

Ermita Santiago de Lókiz

La ermita de Santiago de Lókiz fue levantada para rememorar la milagrosa intervención del santo en una victoriosa batalla local contra los moros, en lugar indeterminado. Así lo afirma la tradición oral.

En realidad, el primer patrón de la ermita fue san Cucufate, el cual comparte día de celebración con Santiago, el 25 de Julio. Este día era la fecha principal utilizada por la Junta de la Sierra para sus reuniones periódicas y Santiago se fue imponiendo al pobre Cucufate, ya que el estamento eclesiástico ha oscilado al aire de las modas generales. Con el tiempo, el apóstol fue adquiriendo una fama muy superior a la del mártir norteafricano, terminando este hagiónimo pegado al nombre de Lokiz, aunque hubiera otras ermitas diseminadas por el monte. El topónimo Sierra de Santiago de Lokiz, estuvo a punto de hacerse oficial y con buen criterio, la toponimia normativizada de Navarra optó por el nombre original, prescindiendo del añadido. En este sentido, se echa de menos en el conjunto constructivo de Santiago, la presencia de un cartel que señalice también la Casa de Juntas. Así debiera ser, ya que Santiago, el edificio, la sierra de Lókiz, el 25 de junio y las reuniones para regular las mugas y ordenanzas de los diferentes aprovechamientos van de la mano. Es bueno que el visitante curioso lo sepa, ya que hoy solo quedan claramente diferenciados el refugio y la ermita

En este aspecto, recientemente se pusieron unas potentes mugas de hormigón que delimitan la sierra y en ellas se pegaron unas chapas de acero, de dudoso gusto, en las que aparecía la silueta de Santiago Matamoros, montado a caballo y portando un pendón. Pues bien, la afluencia masiva de visitantes ha hecho que hoy tan solo se libre de ser vandalizada alguna chapa en ciertos mojones de los parajes menos transitados. El resto han sido robadas.

Volviendo con Santiago, es en época barroca y como imitación popular de los floridos sermones de los predicadores contratados para solemnizar el día del santo, cuando se forman las leyendas que hacen alusión al apóstol y a las batallas contra los moros.

En Ganuza tenemos la Peña Partida, que fue cortada de un tajo por la espada del santo para alcanzar la parte inferior de la roca y así poder matar a los sarracenos que se habían hecho fuertes al abrigo de la peña. En otro paraje de Lókiz orientado a Ameskoa se repite la misma leyenda.

La relación de los moros con ricos tesoros es recurrente y parece que se nutre de alguna otra creencia, actualmente desarticulada, relacionada con la Madre Tierra como poseedora de tesoros. En Galdeano contaban que, previamente a la llegada de los moros, se hizo acopio de todo el oro del valle y se escondió convenientemente; como quien gestionó el asunto murió en la batalla, el oro sigue escondido esperando ser descubierto en cualquier momento. En Muneta dicen que hay un pellejo de buey repleto de oro, enterrado por los moros y fácil de encontrar: dará con el tesoro quién al atardecer tire una piedra desde la línea de sombra que marcan las peñas, en hora, lugar y momento indeterminados.

A los moros se les atribuyen numerosas construcciones de carácter antiguo y sin explicación. En este aspecto, considero que la vieja creencia que interpreta como moros a los enterrados en sepulturas antiguas y enigmáticas, es origen de la derivación popular que les dio un carácter constructor. Los moros aparecen asociados en el norte peninsular a la construcción de diferentes dólmenes que no resultan ser otra cosa que tumbas colectivas o tumbas de moros. Esa supuesta capacidad constructiva de sepulturas los catapultó para que les fueran adjudicadas otra serie de construcciones antiguas o misteriosas. Así pues, de forma crédula les llegaron a adjudicar la construcción del Puerto Nuevo de Ganuza, el Castillo de los Moros de Galdeano, el Calvario de Aramendía o las calzadas empedradas que cruzaban Urbasa y Andía. Recientemente y con los nuevos conocimientos, la autoría de estos dos últimos caminos (de época moderna) viene siendo suplantada por los romanos, aplicando el mismo criterio acientífico de traslación de habilidades que utilizó el imaginario popular. La historia se repite y las personas más aún, independientemente de su formación.

Como vemos, del moro inhumado en sepultura misteriosa (dolmen, tumba antropomorfa o de lajas) se pasó al moro constructor. En cualquier caso, es probable que la voz moro derive, por atracción fonética, de otro númen anterior ya que su razón de ser fue esencialmente mítica y no histórica. Sin esa vieja raigambre anclada en el imaginario popular, los legendarios moros de Allín no hubieran llegado hasta nosotros.

38-Los moros(I)

Afiladera en el mirador de Lazkua Larrión Navarra

En la peña de Lazkua se ubica un conocido balcón que cada vez es más frecuentado por los turistas. Éste balcón, que pertenece al pueblo de Larrión y ofrece una impresionante panorámica de Allín, presenta en su borde un grupo de 12 pequeños surcos de tipo fusiforme que tradicionalmente se han relacionado con los moros. La tradición oral del valle interpreta esos surcos como producto del afilado de las espadas por parte de estos personajes. Es curioso que esta leyenda tome cuerpo sobre un soporte de roca caliza, siendo la piedra arenisca la que tradicionalmente ha sido utilizada para la práctica del afilado. Esto se explica porque la tradición oral nos informa de los hitos significativos que destacan en el entorno, los cuales nunca debemos interpretar en clave histórica. Eso sí, esa tradición nos alerta para que prestemos atención a los elementos que describe.

Así pues, la supuesta “afiladera” es fácil de descifrar, ya que estos surcos con sección en “V” son de carácter ritual, habituales en la Edad del Hierro y la evidencia material de que este balcón fue un santuario al aire libre. Este lugar, dotado de una religiosidad inmanente, fue un espacio ritual del cercano poblado protohistórico de Altikogaña y probablemente relacionado con algún rito de paso.

Respecto a los moros de los surcos, ya apuntábamos en el capítulo segundo que en otro momento nos ocuparíamos de ellos y a ello vamos.

Actualmente, los moros de los relatos legendarios de Allín son identificados con los musulmanes y con el período histórico en que estos ocuparon la península, pero no siempre ha sido así. Esta reciente interpretación va ligada a la cultura que aporta la escolarización masiva, la cual barre otra cultura mucho más antigua, igualmente válida y de mayor trascendencia. Una muestra graciosa de esta asimilación de los moros con los musulmanes quedó reflejada en el nombre que recibían las criaturas durante el breve período que estaban sin bautizar ya que, en ese intervalo, se decía comúnmente que el crío era moro o que estaba morico.

Por otro lado, siguiendo una tradición anterior, la gente mayor llamaba “tumbas de moros” a las sepulturas medievales de lajas de piedras que aparecían en las labores agrícolas o en algunas obras realizadas en el pueblo. Por ello, en el pueblo de Arbeiza, a la mejor conservada de las antiguas sepulturas antropomorfas talladas en la roca que se conservan junto al muro norte de la parroquia, los vecinos la conocen como la Tumba del Moro. Es decir, los moros eran para nuestros mayores los antiguos habitantes del territorio o, simplemente, los difuntos de las tumbas que aparecían en diversas circunstancias, las cuales resultaban diferentes a lo que se estilaba en ese momento y a las que no sabían interpretar.

Además de las sepulturas, son numerosas las fuentes que reciben el apelativo de “Fuente del Moro” o “de los Moros”. En algunos casos, esos manantiales presentan elementos constructivos antiguos y se asocian, como otras muchas edificaciones, a estos seres imaginarios (tema que abordaremos en el próximo artículo) Sin embargo, la Fuente del Moro situada en la ladera oeste del Alto de Irurbea no tuvo ningún tipo de edificación y su nombre es muy probable que tuviera relación con las tumbas de lajas que afloraron durante años en ese cerro a lo largo de las diferentes tareas agrícolas. En este supuesto, resulta claro su vínculo con el significado que presentó en el antiguo imaginario de Allín. Por otro lado, también cabe suponer que, en esta fuente de Eulz, la palabra moro tuviera un valor despectivo, ya que esta fuente era de caudal ruin durante el estiaje, cosa habitual en las abundantes fuentes con agua escasa diseminadas por el término del pueblo.

Curiosamente, en la tradición oral no se tiene la creencia de que estos moros de las sepulturas sean antepasados de la actual población del valle. Sin embargo, esa continuidad queda clara con las tumbas de Arbeiza, cuya tipología fue habitual entre los SS. IX-XI, siendo la primera manifestación conservada de la presencia del cristianismo en el valle de Allín.

Txókolo Eulz Navarra

37-Toponimia Urbana

Dentro de la micronimia, la toponimia urbana nos ofrece habitualmente preciosos datos del mundo religioso, civil o laboral que sirven para complementar análisis posteriores

Pieza del Palacio. Ya hemos hablado ampliamente sobre la tradición oral de este lugar. En 1714, en una relación de los bienes de la Casa de Alba en Navarra aparece citado este palacio junto a ciertos terrenos en Eulz, Larrión y Abaigar.

Se conserva en Artabia un documento fechado en 1823 y expedido en el Palacio de Eulz. Se hace costar que el pueblo de Artavia ha pagado los 22 robos de trigo que le corresponden y cuyo plazo terminaba el día de san Miguel (29 sept) Actúa de recaudador un tal Ramón de Larrión que probablemente fuera clérigo y natural de Eulz. En otro capítulo ya hemos comentado que el Diccionario de Madoz comenta que, en 1850, el palacio presenta un aspecto ruinoso.

Estalpea. Encima de la casa de Lutxi y Celes y actualmente corral. Es voz vasca que literalmente significa refugio y se utilizaba para designar a lo que posteriormente hemos denominado “cubierto”, es decir, un edificio auxiliar con techo pero sin paredes. En este cubierto, habitualmente solía echar la siesta el señor Laureano en una época en que se madrugaba extraordinariamente y no era habitual usar la cama para ese descanso.

El Txókolo(foto). Rincón en la calle de La Fuente, en la zona de casa Garraza, y que parece evidente su relación con la voz vasca “txoko”.

El Sol. También llamado El Sol de la Leonor” por la antigua residente en la casa de los Barandiarán-Lana, actuales dueños. Es la zona abrigada por la que se accede a la huerta de estos últimos y donde siempre había un tronco o alguna piedra utilizadas por gente del pueblo para estar un rato al abrigo, comentando las últimas novedades del tiempo, del campo o de las gentes. Recuerda fuertemente a la zona de la puerta sur de San Saturnino de Artajona que, igualmente era frecuentada por la gente y por su carácter protegido de las inclemencias era conocida como La Chofeta (brasero)

El Corral de los Borros. Perteneciente a la familia López-Villar, su nombre alude a un tipo de ganado hoy desaparecido, como ya hemos comentado en un artículo anterior, y que fue muy frecuente en Tierra Estella.

Korralandia. Corral de la familia Echeverría-Lana. Fue el lugar habitual en el que se acubilaban los rebaños que se quedaban en subasta las hierbas del pueblo hasta la construcción del actual Corral de las Ovejas. Igualmente, los pastores de esos rebaños también se alojaban en la casa de los propietarios del corral.

Entre los pastores que hicieron uso de Korralandia recuerdan a Eliseo Anocibar de Izurzu y con posterioridad a los pastores del conde la Unión, dueño del palacio de Cortes. Utilizaban las hierbas de Eulz cuando bajaban de su estancia en la sierra. Entonces, una parte del rebaño del conde herbagaba en los rastrojos de Eulz mientras el resto proseguía hacia otro destino. Igualmente, recuerdan que llegaban al pueblo provenientes de Urbasa y cuando lo hacían de Andía, utilizaban el trayecto de la Cañadica, mencionada en el capítulo anterior.


Eulz Navarra cañada

36-LA CAÑADA

El año 1924 la Diputación Foral de Navarra encarga al ingeniero Daniel Nagore, la recogida y recopilación de los testimonios orales relativos a las vías pecuarias de Navarra. Esta búsqueda por todos los pueblos de Navarra se plasmó en el llamado Libro General de Cañadas, que sirvió para legislar sobre su mantenimiento en una época en que la importancia de la lana iba decayendo y los continuos roturos estaban afectando de forma alarmante a muchas de las cañadas.

Nagore dividió estas rutas del ganado en Cañadas Reales, Traviesas, Pasadas y Ramales, basándose en su criterio técnico, prescindiendo de la tradición oral y de la documentación. A la cañada que atraviesa el término de Eulz la denomina Pasada 47, aunque en el pueblo siempre se le ha llamado la Cañada y el Camino Real. Circunstancia que corrobora la documentación, donde aparecen las mismas denominaciones. Igualmente, hasta hace un par de décadas se conservaba una muga en el paraje de la Balsa Nueva, en la cual se leían claramente las letras: “Cda”.

Así pues, siguiendo a Nagore, esta Cañada (Pasada 47) arrancaba de la Cañada Real de Imas a Irache en la falda de Montejurra y cruzaba los cascos urbanos de Azqueta, Igúzquiza y Zufía antes de entrar en el término de Eulz. Su discurrir por el término concejil conserva el mismo trayecto que en aquella época. Tras dejar nuestro término, pasa junto al pueblo de Larrión y continúa por el paraje de Txiputxa hasta cruzar el Urederra por el puente de la carretera a Galdeano, ya en término de Amillano. Prosigue su trayecto cerca de la ermita de san Blas y por el paraje de Inzura sube a Ameskoa para acceder definitivamente a Urbasa.

Igualmente, por el desfiladero de San Fausto entra en término de Allín la Pasada 48, procedente de Estella. Cuando el terreno lo permite la cañada dejaba la carretera y pasaba al lado del monte siguiendo así hasta la zona de la Venta. Ahí presentaba dos variantes, una entraba en Larrión por el puente para unirse a la cañada de Eulz y la otra seguía la carretera para efectuar esa unión en el cruce de Etxabarri. Hasta los años 60 se recuerda que por esta cañada pasaban algunos rebaños con dirección a la sierra de Urbasa. También conviene comentar que hace unos años, un técnico del Gobierno de Navarra comentó al Concejo de Eulz la posibilidad de volver a habilitar esta cañada por el Camino de Estella, pero sin ningún tipo de compensación. Por suerte, parece ser que fue un comentario intrascendente.

En el habla de esta tierra utilizamos indistintamente la palabra cañada para referirnos a la vía pecuaria como para designar a los rebaños que trashumaban por ellas. Aunque en la primera mitad del S. XX la importancia de la lana había decaído fuertemente, fue habitual el paso de numerosas cañadas ovinas hacia los pastos de Urbasa. Al pasar por el pueblo debían pagar una tasa acorde con el tamaño del rebaño, por ello en 1926 se constata un pago a Julián Legarda por encargarse de cobrar las cañadas. Este trabajo siempre era ingrato ya que con frecuencia trataban con pastores asalariados, muy trotados por la vida, con mucho más atrevimiento y descaro que los vecinos del pueblo.

Aunque las cañadas tenían lugares con agua para dormir, también recuerdan que a principios de siglo algún rebaño pernoctó en la zona de Larrelaza, junto a la Balsa. Evidentemente, en una época en que todo estaba reglamentado, esas pernoctaciones eran toleradas por el pueblo, ya fuera por el estiércol producido en estas dormideras o por cualquier otra compensación.

Finalmente, aunque no aparece en el estudio de Nagore, la tradición oral de Yerri recoge otra vía pecuaria, de trazado transversal, que se unía a la Tauste-Andía entre Azcona y Lezaun. Pasaba junto a la desaparecida Venta Josilario (José Hilario) en la zona de Elkai y continuaba su descenso entre Iruñela e Ibiricu. Tras cruzar Abarzuza llegaba a Allin por el Puerto de Eraul para unirse en Larrión con la cañada de Eulz. La conocían como la Cañadica y comentaban que su origen estaba en el señorío de Learza, probablemente por haber visto algún rebaño de ese lugar pasar hacia los pastos de Andía, de mejor calidad que los de Urbasa.